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domingo, 4 de diciembre de 2011

Cirque du Soleil, Alegría

Siempre soñé con poder asistir al Circo del Sol, y ahora que lo he cumplido, no sé que siento.
Alegría, se llamaba el espectáculo y es precisamente lo que más se respiraba en el ambiente.
Gente de todas las nacionalidades, de todas las edades, de todas clases sociales, vestimentas y estilos.
Variedad en todo momento, tanto en el público cómo en el espectáculo.
El Martín Carpena a reventar, ansioso de que el Gran Circo diera comienzo.
Asoman los primeros payasos, haciendo eso, cosas de payasos.
Fue éste, y no otro, el momento en el que los que estábamos situados en las zonas altas nos lamentamos de no tener suficiente dinero para estar en las primeras filas e interactuar con ellos.
Se apagan las luces, comienza el espectáculo.
He de decir, que me esperaba algo más grandioso, la verdad.
Payasos y saltimbanquis en mallas ocuparon el escenario. Vagaban, sin ton ni son. Sin hacer nada en especial.
Pero mi entrecomillada decepción duró poco.
Equilibristas de escándalo, haciendo cosas que nunca pensé que vería, ni si quiera en Tu si que vales. En soportes extremadamente limitados y extravagantes, incluso en varias ocasiones los propios integrantes del Circo eran el soporte. En una palabra: ALUCINANTE.
Tragafuegos del montón, eso sí, sumamente sincronizados.
Contorsionistas de infarto, de las que dejan sin aliento. Aunque no creo que sea sano tocarte la nuca con las nalgas.
En cuanto al humor, fantástico. Simple y sano, para todos los públicos.
Yo destacaría dos momentos claves durante las dos horas de espectáculo:

  • Se abre el escenario formando un aspa. La gente flipa, literalmente. A continuación acuden al escenario unos 20 saltimbanquis. Sí, el aspa es una cama elástica. La fusión entre sincronización, coreografía y volteretas y acrobacias era simplemente perfecta y escalofriante. 
  • La gimnasta. Yo, cómo la mayoría de las niñas pequeñas e ilusas soñaba con serlo, supongo que por eso me emocionó especialmente. Flexibilidad, danza, arte, cintas y lo más importante, 8 hula hoops, centrados en un chica capaz de llenar un escenario enorme, sólo con su actitud y su presencia
La guinda del pastel, rozando lo orgásmico la puso el trapecio, y sus trapecistas. No uno, ni dos, ni tres, ni cuatro sino ocho personas extraordinariamente coordinadas volando sobre nuestras cabezas. Nunca antes había estado tan encogida a la vez que entusiasmada en mi vida. 20 minutos de peligro constante en los que todo el Martín Carpena exclamaba al unísono "¡oh!". 
Babilónico, brutal, formidable, legendario, prodigioso, sensacional, SOBERBIO.

Mi único pero, quizá serían las transiciones. Entre acción y acción el ambiente decaía. Es cierto que es muy complejo mantener la atención constantemente durante un espectáculo de más de dos horas, pero creo firmemente que las transiciones eran mejorables.
Supongo que eran el momento oportuno para familiarizarse con los artistas, los personajes, admirar el maquillaje y la compleja vestimenta, pero la mayoría del público no podía hacerlo, estaba demasiado lejos.

Por último he de decir que el final tampoco fue totalmente de mi agrado. Estaba esperando como agua de mayo la canción que muchos conoceréis "Alegría" típica del Circo del Sol, y algo grande mientras ésta sonaba. ¿Qué menos? Se titula así el espectáculo. Pero para mi ingrata sorpresa sólo salieron a despedirse mientras la banda sonora del Cirque du Soleil sonaba bajito.

El balance es positivo, muy positivo. Se pone de manifiesto el esfuerzo, sacrificio y la dedicación durante años de más de 50 personas sin contar con los que no dan la cara, que han hecho un trabajo impecable, sonido, efectos especiales... INMEJORABLES.
Conmueve.


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